El cine de los Balcanes vive un momento excepcional, consolidándose como una de las fuerzas creativas más vibrantes del panorama internacional. A pesar de las dificultades políticas y económicas que suelen marcar a la región, cineastas de Rumanía, Macedonia del Norte, Serbia, Croacia, Eslovenia y Bulgaria han logrado situar sus obras en los principales festivales de otoño, desde Venecia hasta Toronto. Esta oleada de producciones confirma que, incluso en contextos adversos, las historias del sudeste europeo encuentran eco global gracias a su mirada audaz y crítica.
En Venecia, destacaron los estrenos de Teona Strugar Mitevska con Mother, un retrato punk rock de la joven Madre Teresa protagonizado por Noomi Rapace, y de Tamara Kotevska, la aclamada directora de Honeyland. A ellos se sumaron veteranos como Stephan Komandarev (Blaga’s Lessons) y Mihai Mincan, quien presentó Milk Teeth. Por su parte, en Toronto brilló la ópera prima de Goran Stanković, Our Father, un relato inspirado en hechos reales que reflexiona sobre el abuso de poder en un monasterio serbio.
La nueva generación de directores balcánicos se caracteriza por abordar temas sociales y políticos con una franqueza inusual: religión, familia, género, corrupción y los efectos del capitalismo poscomunista son algunos de los ejes recurrentes. Películas como Sorella di Clausura de Ivana Mladenović o Kontinental ’25 de Radu Jude ejemplifican este espíritu iconoclasta. Según los programadores internacionales, esta valentía narrativa es lo que hace que el cine de la región destaque frente a otras cinematografías europeas más consolidadas.
Aun así, los retos persisten. Mientras Serbia enfrenta protestas y recortes en la financiación estatal, países como Croacia y Eslovenia gozan de mayor estabilidad, y Macedonia del Norte atraviesa un auge gracias a una gestión renovada de su agencia de cine. Rumanía, en cambio, todavía lucha por superar años de mala administración y deudas con programas de incentivo. Pese a estas diferencias, una constante une a la región: la cooperación internacional. La mayoría de las producciones balcánicas surgen de coproducciones transfronterizas, confirmando que la solidaridad creativa es la clave de su éxito.