Esta crítica no contiene spoilers
The Voyeurs (2021) de Michael Morgan relata la historia de Pippa y Thomas, una pareja de jóvenes que acaba de mudarse a un departamento cuyas ventanas dan directamente al edificio opuesto al suyo, invitándolos a ser testigos de la relación volátil de de la atractiva pareja al otro lado de la calle. Sin embargo, en el momento en el que intentan interceder anónimamente en las vidas de sus vecinos, sin quererlo dan lugar a una serie de eventos encadenados que los llevarán a graves consecuencias.
El concepto de la película en sí es interesante. Es cierto que por momentos la historia resulta algo atrapante, pero en medio de la película y aún faltando varios minutos para que termine, la misma llega a su clímax por adelantado, dejando al menos unos 30/40 minutos de anticlimax puro, preguntándonos que más queda por ver. El guión resulta bastante forzado, en especial en sus giros en la trama que existen puramente en pos de causar shock en el espectador, y no tanto porque sean necesarios para la historia. No solo los plot twists son forzados y algo tontos, sino también los acontecimientos e incluso los conflictos. La obsesión de los protagonistas por sus vecinos termina siendo exhaustiva y frustrante, sobrepasa lo enfermizo. Debe haber un solo personaje con sentido común y aún así no se le llega a dar una voz, incluso cuando se trata de uno de los protagonistas.
En conclusión, la película trata un concepto interesante, que de ser llevado a cabo de manera correcta y más madura, hubiese logrado ser un producto interesante, con tintes de erotismo y obsesión. Sin embargo, la película termina pareciendo una novela juvenil de wattpad para adolescentes de 13 años, con un final ridículo y demasiado cliché.