Crítica de El perro que no calla por Matias Sielecki
El perro que no Calla, de Ana Katz, es un grito de vida contra la sociedad de consumo. Ya que es tan absurdo que exista un mundo en donde la gente pierda la humanidad por el dinero, entonces así es como Ana nos muestra, con situaciones de lo más absurdo, esta problemática y el pasar del tiempo en la busca de encajar en una sociedad donde su máximo interés es del un simple papel, olvidándose del carácter humano.
Esto es demostrado con el amor incondicional de un hombre por su perra que lo hace dejar todo para seguir con ella. La historia es bastante buena, con ciertos momentos cómicos que aliviana “el drama”. Pero sinceramente creo que el final es medio apurado y plano, se podía trabajar un poco más aunque funciona.
El perro que no Calla es corta pero logra expresar lo que quiere con este cine de lo absurdo, reírse y burlarse de este mundo sin sentido alguno en el que vivimos. Me gustó mucho el recurso de meter dibujos para contar ciertas secuencias más triste/trágicas, ya que se siente una conexión con los personaje sobre lo que no quieren expresar.