Review de Wicked por @javiercarrizo_cine
En el eco del pastiche, el posmodernismo hollywoodense envuelto en su más añorada nostalgia, luego del extenso letargo del cine de superhéroes por el cual más supo identificarse años atrás, resguarda agazapado uno de sus mayores y funcionales atributos. El regreso a Judy Garland y a El Mago de Oz (1939), trae en el as de su manga, el esperado y fructuoso debut de Ariana Grande en el cine.
En el espectáculo total de gran duración que se divide en dos partes (esta es la primera), la inspirada en el universo de Oz que se auto percibe como una precuela de El Mago de Oz, es también un musical fantástico con referencias de J.K. Rowling, por lo que dictamina la presencia del subgénero que implica colegio y universidad.
La mejor película musical que el cine norteamericano dio en décadas, quema todas sus naves en una grandilocuente apuesta, que no sólo incluye al esperado estreno en la pantalla grande de una de las promesas de su propia industria cultural, sino que también alcanza un descollante diseño de producción que deja perpleja a la platea.
En la Tierra de Oz, antes de que Dorothy llegue desde Kansas, la antihéroe Elphaba (Cynthia Erivo), asume el protagonismo de una saga que la ubica como una bruja de piel verde que exhibe sus dotes y color desde su nacimiento, y que en la Universidad de Shiz comienza el camino para convertirse en la malvada bruja del Oeste. A la par de ello y sin desearlo, entabla una amistad con Glinda (Ariana Grande), una roomate y compañera de clase, que deberá revertir el arco de transformación de su personaje, para llegar a erigirse como la bruja buena del Norte. Es la interpretada por la ganadora del Oscar Michelle Yeoh, la encargada de hacerle sentir el peso de su incapacidad para ello, y la que junto al enigmático Oz (Jeff Goldblum), le complicarán los destinos a los seres vivientes de Ciudad Esmeralda, de modo que según estos, los animales ya no tendrán el mismo lugar en la sociedad.
Los viajes en el tiempo afianzan la cosmovisión de su naturaleza en una verosímil sincronía de los acontecimientos, aunque la estructura prosística se perciba despojada de vistosos giros narrativos. El pastiche no desea más que espejarse en ese sentimiento de tristeza mezclado con placer, que el sometimiento a un clásico dorado de la cinematografía de Hollywood, le devuelve a la sensibilidad del espectador contemporáneo. Lo que la tecnología no logró hace casi ochenta y cinco años atrás, es ahora un homenaje al mejor momento de su monumental industria.
La aventura magnánima que se distingue por la concreción de imponentes y maravillosas escenografías, es el acierto musical más osado de los últimos años, porque sus cualidades para apreciarse como tal, se hallan en la empatía que transmiten tanto su composición musical como coreográfica. Los elementos visuales alcanzan toda la expectación, en un entretenido trayecto que no hace recordar el tiempo empleado para ello.
Con el carisma que porta, Ariana Grande reluce su rol en una sorprendente actuación que se amolda a la perfección en el personaje que sustenta. La película que pertenece a ese entorno que encuadra un vanagloriado pasado, y que está inspirada en la aclamada obra de Broadway que a su vez está basada en la novela de Gregory Maguire, es una ceremonia posmodernista que le rinde tributo al cine clásico que hizo soñar a amantes del cine de todas las generaciones, y que sin entrar en reales discusiones al respecto, invita a la experiencia tanto a chicos como a grandes.
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