Review de ‘Con Amor, Hilde’ por @javiercarrizo_cine
La sexta ocasión en la que Andreas Dresen se presenta en el evento cinéfilo porteño de todos los septiembres, y que rinde homenaje a la germanidad, es una carta biográfica sobre aquellos rebeldes que se opusieron al nacionalsocialismo alemán desde sus comienzos.
El nuevo film del prolífico cineasta, que formó parte de la competencia oficial de la edición 2024 del Festival de Cine de Berlín (Berlinale), recompone la trágica historia real de Hilde Coppi, una pasante como asistente dental, primero chupada y luego juzgada por la Gestapo en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial.
La narrativa propuesta por Laila Stieler (sobre una imagen granulada que le otorga esa estética vintage), plantea dos líneas temporales: por un lado ese tiempo presente fatídico para la protagonista, y por el otro diversos flashbacks que le permiten al espectador reconstruir la historia de Hilde hasta llegar a esa instancia.
La película comienza con el allanamiento del domicilio de Hilde (Liv Lisa Fries) y Hans, y posterior a ello con el detenimiento de ésta, la interrogación por el involucramiento de Hilde y su marido con el servicio secreto soviético, y el consecutivo encarcelamiento de la misma, que además posee un avanzado embarazo. En paralelo a ello la otra línea temporal que reconstruye el pasado de la pareja, se remite al verano anterior, las actividades militantes o políticas junto a los amigos y amigas de Hans, y sobre todo el fuerte vínculo amoroso que une a Hilde con Hans. Y es allí (en esa temporalidad pasada) donde la narración y la intencionalidad del autor, demuestran que el amor, y su aferramiento a quien ama, le juegan una mala pasada a la protagonista. Dresen se esmera por determinar que la inexperiencia en el sentimiento complejo de afecto, llevan a Hilde a ese calamitoso final, y eso no sólo lo percibe el espectador, sino que también hasta la carcelera de la mujer, y el propio sacerdote aliado a los nazis, que sigue de cerca su caso. Es por ello que puede estipularse, en que por la manera que lo cuenta su guionista, y por el punto de vista que la da su director, que Hans tiene mucho que ver, en el destino de su pareja. He allí la revelación más profunda de la excusa artística, el poder de la mirada de un autor para dictaminar el uso del lenguaje.
Dresen patenta el silencio y el sonido ambiente de los espacios, como sostén imperante en la vivencia, en los dos tiempos que se describen. Eso facilita la ambientación oscura, que por supuesto es impresa en la ya regresión realista al tenebroso período de la historia universal, y en ello el director realza la inmensa interpretación de Liv Lisa Fries, quien aprehende con una entereza despampanante a Hilde Coppi. En la segmentación prosística el conflicto dramático pierde curiosidad luego de la mitad, cuando la causa y efecto del cine argumentativo se dilata entre la ilación de ciertas escenas. Nada de ello es excusa para no pensar a Con Amor, Hilde, como la extraordinaria obra que es.
Un cine que se preocupa por su pasado y su historia, que genera enlaces de filiación con su lugar de pertenencia, y que no peca de cernirse como un banal entretenimiento.