Por Santiago Bárcena
Petite Maman, la última obra de la autora francesa Celine Sciamma, creadora de la sumamente exitosa “Retrato de una Mujer en Llamas”, supone su retorno a la gran pantalla.
Y lo que es destacable es la naturaleza fundamentalmente minimalista (tanto estética como narrativamente) de su última película, en el mejor de los sentidos posibles.
Se podría esperar de ella un mega-hit, un blockbuster; sin embargo, optó por retratar la historia de una niña pequeña que busca reconectar con su madre luego de una tragedia familiar. El film en sí demuestra el talento nato de la guionista y directora: cada plano hecho a medida de lo que necesita la narración, cada línea de diálogo la exacta para desarrollar a los personajes sin sobreexponer ni sobre explicar. Y es que si hay algo que hay demostrado Celine es que, tal vez como ella sola, sabe retratar con la visual y sonoramente las emociones: lo que sienten los personajes a lo largo de la película no suele ser explorado por sus palabras, sino por las brillantes composiciones, por un ritmo quirúrgico de montaje, por su bellísima fotografía y por una dirección de actores de lo más particular, que incrementa, en su pura ambigüedad, el dolor que llevan dentro.
La película está dotada de una gran cantidad de madurez, pero también de calidez y humanidad. Sabe generar los momento emocionantes sin manipulación alguna; estos suceden orgánicamente, y pegan fuerte. Se trata de un film accesible, que busca darle una vuelta de tuerca al duelo familiar, a través de una exploración creativa, valiéndose tanto del espacio como el tiempo no como elementos indisociables de la forma cinematográfica, sino como pilares clave de la historia, que atraviesan de varios lados, y siempre simultáneamente, a sus personajes.