Crítica por Sofía Medrano
Hace menos de un año, el hijo de Greta y Bruno misteriosamente desaparece en la costa. Mientras que ambos están luchando con el duelo y la pérdida, su amiga Sina viaja a la costa por ayudarlos a vender su casa de verano junto a la playa. Mientras que empacan todo y se preparan para mudarse, Bruno afirma haber visto algo que confirmaría los rumores de la gente del pueblo: la aparición de una extraña figura proveniente del mar.
Mientras que el concepto que Iván Fund presenta en Piedra Noche parecería ser interesante, lamentablemente no logra plasmarse con firmeza en la película y esta idea interesante presentada en el guión no se lleva a cabo con eficacia. Por momentos la película se vuelve densa y larga, a pesar de su corta duración de 87 minutos. A través de los fallos en la dirección de actores, por otro lado, en ningún momento se logra simpatizar con ellos o siquiera sentir su pesar. La fotografía, blanda y chata, carece de esteticismos y continuidad, probablemente debido a la (mala) elección por parte de la producción de hacer uso de iluminación natural y no tanto de equipos de iluminación. Esto produce a su vez, cortes entre plano y plano secos, discontinuos, que hacen ruido al ojo del espectador.
Lo único rescatable y que puede llegar a conmover un poco es el final, en donde por fin se revelan las intenciones y la dirección de la película, dejando un buen mensaje sobre el duelo, la pérdida y la superación. Sin embargo, no es suficiente para terminar de salvar la película y, más bien, nos termina dejando con un sabor un tanto amargo.