Crítica por Federico Vargas
Quién lo impide es un regreso a la adolescencia. Jonás Trueba ya había presentado hace dos años una película en la 34° Edición del Festival de Cine de Mar del Plata, y en esta ocasión vuelve con un largometraje (y bien largo) que se enfoca principalmente en la adolescencia. La realidad es que me encantó, y no se si el motivo principal es que apenas tengo 21 años y hasta hace poquito viví esa experiencia y crecimiento.
La película dura 3 horas con 40 minutos pero puede durar años y años, ya que la adolescencia es una experiencia única de crecimiento y madurez en todas las personas. Con las miles de anécdotas, situaciones vividas y estilos de vida que podemos encontrar en cada uno de los jóvenes hoy en día, podemos tener películas de años de duración. Y valga la redundancia, Jonas estuvo 5 años filmando Quién lo impide.
Teniendo elementos que rozan lo documental y elementos comunes de la ficción, Quién lo impide es un recorrido de inicio a fin sobre la adolescencia, en donde se plantean un sin fin de debates: ya sea de manera directa cuando los protagonistas conversan entre ellos sobre política, amor, familia,y el significado de la amistad; y también de manera indirecta, cuyos temas se discuten también entre jóvenes sin la necesidad de aclarar qué situación en concreto estamos escuchando.
Ser un adolescente no es algo sencillo, ya que muchas cosas entran en juego al momento de comenzar a entender que el mundo no es tan bello como podemos imaginarlo cuando somos pequeños, y eso es justamente lo que Jonás ha intentado plasmar. Obviamente puede que haya detractores sobre la estructura y lo que se muestra de este film, pero también tenemos que entender que las adolescencias de antes no son iguales a las de ahora. Pero eso no quita que igualmente se pueda hacer un debate interesante sobre las diversas situaciones y entrevistas que conforman Quién lo impide, una de las grandes películas de esta nueva edición del Festival de Cine de Mar del Plata.