Crítica por Santiago Bárcena
Tres a la deriva del acto creativo, la obra póstuma de la leyenda del Cine Nacional, Fernando “Pino” Solanas, constituye una reflexión profunda sobre la enteridad del proceso creativo. Por esto mismo, Solanas toma la decisión de emprender el proyecto de forma libre, sin una gran serie de limitaciones, puesto que, como se expone en el film, la creación, así como la vida, es de un orden caótico, y para nada organizado.
La película se estructura a partir de las observaciones de tres artistas: el pintor Luis Felipe Noé (padre del reconocido cineasta Gaspar Noé, quien también forma parte de la película), el dramaturgo Eduardo Pavlovsky y el mismo Pino Solanas. Los tres comparten anécdotas y meditaciones filosóficas que se entrecruzan durante los repasos de sus carreras y sus grandes obras, enfatizando ante todo su desarrollo creativo, a partir de su origen.
Por más extraño que resulte sostenerlo, y debido a la naturaleza madura, reflexiva, y holística de Tres a la deriva, pareciera incluso que la película es plenamente consciente de su función como el cierre de la obra de uno de los cineastas más grandes de la historia de nuestro país. Justamente por esto, la melancolía que desborda el film durante cada uno de sus fotogramas no puede sino mover el corazón de cualquier espectador.
Es innegable que la última película que nos regaló Solanas es una oda al arte, a la vida, al caos. Hasta siempre, Pino. Gracias por enseñarnos a nunca quedarnos callados.