En La Ballena de Darren Aronofsky, Brendan Fraser da una actuación virtuosa como Charlie, un profesor de inglés que vive con obesidad severa cuyo tiempo se acaba. Mientras hace un último intento de reconciliarse con su familia rota, Charlie debe confrontar, con todo su corazón y feroz ingenio, traumas enterrados hace mucho tiempo y el amor silencioso que lo ha perseguido durante décadas.
Pero La Ballena ofrece mucho más que solo oscuridad. Es un estudio de carácter sobre un hombre que lucha con un gran arrepentimiento, el deber de la paternidad y la viabilidad de la bondad misma. En esencia, La Ballena es una historia sobre transformación y trascendencia, la odisea de un hombre dentro y fuera de su cuerpo, un viaje a través de las profundidades de dolor hacia la posibilidad de salvación.
A través de Charlie, la película nos da acceso a una vida que rara vez es retratada con ternura o inteligencia en la gran pantalla. Fraser se vierte en el caleidoscopio del mundo interior de Charlie, todas sus contradicciones y anhelos y miedos, con un ingenio chispeante, casi travieso. Es una actuación brillante, profundamente cálida; una que crucialmente no ve la empatía como el enemigo de la honestidad, sino como dos caras de la misma moneda.
Esta intimidad entre audiencia y protagonista es el corazón palpitante de la película, que transcurre a lo largo de cinco días en el mundo de Charlie mientras busca la conexión con varias personas en su vida: una hija distanciada, una ex esposa, su mejor amiga, sus estudiantes en línea, e incluso el misionero con los ojos muy abiertos en su puerta principal. A través de cada uno de estos encuentros, se enfoca el retrato de la vida de Charlie, y la severidad desgarradora de su situación se vuelve clara. Lo que comenzó como un departamento de un dormitorio, se convierte en un campo de batalla, donde pasado, presente y un futuro incierto convergen y combaten.
Darren Aronofsky ha querido adaptar La Ballena como película desde aquella vez que vio por primera vez la obra, escrita por Sam D. Hunter, casi hace una década. Inmediatamente quedó impresionado por su inteligencia, y la manera audaz en que interroga la condición humana sin ofrecer una respuesta fácil.
Aronofsky dice: “Lo que me encanta de La Ballena es que invita que veas la humanidad de personajes que no son del todo buenos o del todo malos, que verdaderamente viven en tonos grises como lo hace la gente, y que tienen vidas interiores extremadamente ricas e intrincadas, todos han cometido errores, pero lo que comparten son corazones inmensos y el deseo de amar incluso cuando los demás son aparentemente desagradables. Es una historia que hace una pregunta simple pero esencial: ¿podemos salvarnos unos a otros? Eso es importante en el mundo en este momento, especialmente cuando la gente parece más que nunca volverse de espaldas unos a otros”. “Para mí, de eso se trata el cine”, continúa. “Mediante el poder de la emoción, una historia como esta nos puede poner en los zapatos de un hombre del que de otro modo nunca nos habríamos preguntado, y recordarnos que toda promesa de amor y redención están ahí en toda existencia humana.”
De alguna manera, La Ballena es una cacería, una búsqueda para captar la naturaleza resbaladiza de la compasión: por qué la necesitamos y por qué nos alejamos, cuando podemos darlo y cuando no podemos. Pero el público también experimenta la emoción de que florezca en el curso de la construcción de la historia. En medio de reexaminar la confianza y sus límites, Charlie rompe sus propios límites. Ha estado en una espiral desde la muerte de su pareja, pero ahora, ha pasado del cansancio a un optimismo palpable que ilumina estos días urgentes.
En el clímax de la historia, Charlie se pregunta qué ve Aronofsky como una de las preguntas más profunda de la historia: “¿Alguna vez has tenido la sensación de que las personas son incapaces de no importar?
Toda la esperanza que le queda a Charlie, especialmente por su aparente hija misántropa Ellie, está enraizada en esta cualidad más humana. Porque si sus convicciones sobre la empatía son ciertas, todo es posible para Ellie. “Charlie es una persona con muchos defectos, pero entiende el poder de la imaginación. Él cree que, si te tomas el tiempo, cualquiera podría imaginar y tal vez incluso entender, el mundo de otra persona”, dice Aronofsky.