El quinto día del 38° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata tuvo uno de los eventos más esperados de esta edición: la Charla con Maestros a cargo del director español Juan Antonio Bayona, que forma parte del Festival gracias al apoyo de Netflix.
Destacado en la industria cinematográfica, tanto en España como a nivel internacional, Bayona (Barcelona, 1975) se ganó la atención de la crítica y el público con su película El orfanato (2007), que se convirtió en un éxito de taquilla y consolidó su reputación como director talentoso. Su trabajo ha sido ampliamente reconocido y premiado en festivales y galas de cine de todo el mundo. También dirigió Lo imposible (2012), Un monstruo viene a verme (2016), Jurassic World: el reino caído y La sociedad de la nieve, película que presentó en la sala Astor Piazzolla, luego de recibir el Premio Astor a la Trayectoria.
En la sala del Teatro Colón, Juan Antonio Bayona contó cómo fue que se enamoró del cine, desde muy niño: “crecí en España con solo dos canales de televisión, en los que obviamente no podías elegir qué ver, sino que veías lo que programaban esos canales. Y así fue que comencé a ver películas de François Truffaut, Akira Kurosawa o Alfred Hitchcock, aunque en ese entonces no sabía que había un director o directora; y, de hecho, creía que mucho de eso que veía podía existir en la realidad, con decirles que de noche me aseguraba de tener bien cerrada la puerta de mi cuarto porque realmente creía que podía entrar por ella Anthony Hopkins con un hacha”.
También recordó cómo era la experiencia de esperar el estreno de una película, al contar que una de las sensaciones que más recuerda de esos años “es la de esperar, por ejemplo, los meses que faltaban para el estreno de la nueva de Steven Spielberg, contar las semanas, los días, la espera en la fila del cine, todos esos días de ilusión ahora son difíciles de replicar”.
Bayona contó que pasó de ser un cinéfilo más a comenzar a filmar sus propias películas gracias a que se hizo pasar por periodista para asistir a un festival de cine: “tenía 16 años y me tocó hacerles notas a muchas personas, y un día me dicen ‘tienes que entrevistar a Guillermo Del Toro, que presenta su primera película’. Tuvimos una buena charla y luego él le preguntó a la organización ‘¿quién es ese niño de patillas que me hace esas preguntas tan interesantes?’, por lo que me convocó y me animó a que si filmaba un cortometraje, no dudara en enviárselo”. Más adelante, cuando Del Toro presentó El espinazo del diablo, Bayona ya estaba estudiando cine; y cuando se estrenó El laberinto del fauno, cenaron en Madrid, y en la charla le contó que haría una película de terror, pero que el proyecto que tenía para hacer estaba guardado en un cajón hacía por lo menos unos siete años. “Fue Guillermo quien ayudó a destrabarlo, y así pude dirigir mi primera película, que fue El orfanato”.
En cuánto a una de sus principales influencias, el director de Jurassic World: el reino olvidado, expresó que “Steven Spielberg es como un faro en mi cinematografía. Desde que vi E.T. quedé maravillado, creo que tenemos una sensibilidad muy parecida y una manera muy similar de entender el mundo”. En ese sentido, señaló que no le interesa “contar historias oscuras, sino traer luz, poner el foco en la superación y el aprendizaje, para la oscuridad ya está la realidad”. Esa sensibilidad y la búsqueda para contar esas historias fue definida claramente por María Belón —quien inspiró la historia de la película Lo imposible, sobre el tsunami que en diciembre de 2004 devastó varios países del Índico—, quien le dijo: “no sé lo que estás buscando, pero ojalá nunca lo encuentres”.
En el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata presentó La sociedad de la nieve, en una función que “será muy recordada, por lo emotiva”. Sobre cómo comenzó ese proyecto, expresó que tenía muchas ganas de hacerla pero tenía que cumplirse uno de los requisitos que suele solicitar, el de tener tiempo. “Para que se den una idea, fueron muchos años de producción, de armar el guion, de entender esta tragedia, y queríamos dedicarle tiempo al rodaje. En este caso, tuvimos 140 jornadas, en las que no siempre la pasamos bien, hacía mucho frío, tuvimos condiciones climáticas difíciles, y luego hubo mucho trabajo para terminarla, pero después llega la presentación de la película como la que tuvimos en Mar del Plata y es todo tan gratificante que realmente vale la pena todo el esfuerzo”.
Por último, reveló que en Montevideo se realizó una función especial de esta película, a la que asistieron tanto sobrevivientes como familiares de las víctimas. Eran 300 personas, y solo el 30% de ellos era contemporáneo cuando sucedió la tragedia. “Previo a la función se armó una conversación espontánea, en la que cada uno exponía su versión e iban completando la historia, porque en el aire flotaba la idea de que muchos nos quedamos con una versión que quizás no es tan parecida a lo que realmente pasó, y ese se transformó en un espacio para completarla. Incluso, nos contaron que después de haber visto la película, los familiares de las víctimas finalmente se animaron a hablar de un tema que, al parecer, durante mucho tiempo no había sido muy tratado. Y la película les dio una impresión diferente de lo que pudo haber pasado en Los Andes y, por ejemplo, de las conversaciones que tuvieron entre las personas que compartieron esa situación. Y haber podido generar eso con una película, para mi fue muy fuerte”.
En la Competencia Internacional del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, se realizó el estreno mundial de la película peruana Kinra, de Marco Panatonic, en la que se cuenta la historia de una migración, como tantas en Latinoamérica, del campo a la ciudad. Su protagonista deja las montañas en busca de una vida mejor, pero el viaje se convierte en un regreso al origen y una reivindicación de la propia identidad.
“Me interesaba que la tierra estuviera presente en esta película, quería contar cómo sobrevivimos hasta el día de hoy gracias al uso que hacemos de ella en la comunidad quechua peruana a la que pertenezco. Se trató de contar a mi pueblo, con nuestros tiempos, nuestros rituales, parte de la película está filmada en una casita que es la que yo nací y crecí”, dijo Panatonic, que estuvo acompañado por su productor, Walter Manrique Cervantes.
Su director contó que no utilizó actores profesionales, porque “es más fácil construir un personaje quechua siendo quechua. A veces, veo actores que nos interpretan pero no lo son y se nota muchísimo, yo no quería eso para mi película, quería algo real. Dos meses antes del rodaje, el protagonista estaba trabajando en una mina, hasta ahí lo fui a buscar”.
La Competencia Latinoamericana del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata tuvo este lunes las primeras funciones de dos películas: la primera de ellas fue Las cosas indefinidas, de María Aparicio, en la que se cuenta la historia de Eva, que trabaja como montajista y atraviesa una profunda crisis de identidad. La muerte de un amigo cercano –un cineasta cordobés con el cual colaboraba habitualmente– y el poco entusiasmo que le genera el cine la llevan a cuestionar su oficio.
Luego, fue el turno de Llaki, de Diego Revollo, con un protagonista que retrata sus viajes a la comunidad Lunlaya en busca de respuestas; viajes que son mucho más que un desplazamiento geográfico. Una película que está entre la etnografía y el ensayo, entre la observación y la autobiografía, que nos recuerda que sanar es también comprender.
Por su parte, se realizó el segundo programa de la Competencia Argentina de Cortos, en una función que incluyó a Sexto continente, de Estrella Herrera; Quedate quieto o te amo, de Luis Federico; Una habitación llena de polvo, de Nicolás Zukerfeld; y Desde el principio hasta el final, de Loana Pagani.
En la Competencia Estados Alterados se realizó la primera función de Night Walk, del director coreano Sohn Koo-yong —que llega gracias al apoyo del Centro Cultural Coreano—, hecha de pequeños paisajes nocturnos, monocromáticos y silenciosos, en la que el mundo parece volverse abstracto por momentos, como los trazos de esos dibujos misteriosos que emergen en el plano. También se proyectaron los cortometrajes que integran esa competencia, como Mast-del, de Maryam Tafakory; Bloom, de Helena Girón y Samuel M. Delgado; y Lo que los humanos ven como sangre los jaguares ven como chicha, de Luciana Decker Orozco.
La sección ¿Cuánto tiempo es un siglo? —que debutó en el Festival en la edición anterior— tiene el propósito de revivir los orígenes del cine al celebrar el centenario de la realización de films míticos. En esta oportunidad, con el apoyo de la Embajada de Francia y el Instituto Francés, se proyectó Return to Reason, del artista Man Ray, que incluye los cortometrajes Le retour à la raison, Emak Bakia, L’étoile de mer y Les Mystères du château du Dé, en un programa musicalizado por SQÜRL, formación integrada por el productor cinematográfico Carter Logan y el celebrado cineasta Jim Jarmusch.
La pantalla al aire libre en el Espacio Unzué nuevamente tuvo un gran éxito de convocatoria, con la proyección en la pantalla inflable de El rapto, de Daniela Goggi, que fue presentada por su directora, acompañada por su protagonista, Rodrigo de la Serna. En el foco Fantásticas: Nuevas Voces del Cine Británico de Género —que se realiza con el apoyo del British Council— se presentó Saint Maud, de Rose Glass; y en las proyecciones especiales, se realizó la función gratuita de Los sueños de Elma. Historia de una madre de Malvinas, de Miguel Monforte.
En las Actividades Especiales del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, se presentó el libro Mumblecore. Exploraciones sobre el cine independiente norteamericano, sobre el ciclo de películas de micropresupuesto iniciado a comienzos del siglo XXI. Participaron el docente Álvaro Bretal; la editora Milagros Porta; y el crítico de cine Iván Zgaib.
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