Review de ‘Amores Compartidos’ por @javiercarrizo_cine
La estrenada en la sección fuera de competencia en la edición de este año del Festival de Cannes, no hace más que demostrar, la sobrevaloración que pulula sobre la elección de producciones audiovisuales que forman parte del mismo. Este ejemplo no sólo exhibe que tanto el eurocentrismo como el norteamericanismo, tienen un lugar destacado en el considerado “mejor festival de cine del mundo”, de modo que la frivolidad y el cine argumento más desairado, se apodera de su grilla, sin que muchas de las películas allí presentadas, merezcan ese privilegio.
Y ese es el caso de la coescrita e interpretada por Kyle Marvin y Michael Angelo Covino (dirigida también por éste último), una anunciada comedia “no” romántica (no es verdad, porque finalmente si es una comedia romántica), que padece la nostalgia de haber “compartido” la misma industria que realizó grandiosas screwball comedy como Luna Nueva (1940) de Howard Hawks, y The Philadelfia Story (1941), de George Cukor. La también interpretada por la insípida Dakota Johnson, y por la de moda e idéntica en todos sus personajes, Adria Arjona, es una comedia de enredos que no hace reír, y que además imita la escena en la que enfrenta a Carey (Kyle Marvin), y Paul (Covino), al mejor fragmento de la ganadora del Oscar, Anora (2024) de Sean Baker.
El film comienza con un irracional accidente automovilístico, e inmediatamente después del infortunio, en ese tono ácido, Ashley (Arjona), le pide el divorcio a su marido Carey. Sorprendido por el suceso, éste recurre a una pareja de amigos (Paul y Julie), para darles la noticia. Ambos viven en una mansión que tiene un lago en su parque, y le confiesan a Carey que tienen una relación abierta, para poder seguir juntos y no atentar contra las posibilidades de esa unión. Pero Carey se lo toma muy en serio, y aprovecha el viaje de negocios de Paul, para acostarse con Julie (Dakota Johnson), la mujer de su amigo.
Una vez más un cine argumento fácilmente olvidable, en el que se reúnen gente rica y rota a la vez, muy mal interpretada, en el marco de una historia tan exigente y ambiciosa, como banal e intrascendente. Covino se burla de las relaciones abiertas, reivindica la monogamia, y aquello que hace un tanto más atrevido al film, se desmorona en la propia codicia de un lenguaje audiovisual poco comprensible, y que arrastra a las actrices y actores, a ejecutar un guion tan pálido como excéntrico. La comedia slapstick sufre una narrativa que no es graciosa, y que además agobia la percepción del espectador.
Como bien lo dijo alguna vez Lucrecia Martel, “el cine nos hace comprender que la realidad es una construcción”, y esa cimentación se halla obsoleta a los intereses de la dupla intérprete y narrativa de la película en cuestión. La división en cinco capítulos de la misma no cuenta con una justificación pragmática, semántica ni sintáctica, y se convierte en un conejillo de indias que la misma producción ostenta juzgar.
El deseo y la amistad se ven vulnerados y parodiados en esta tragicomedia, que además somete en su forma a un desafío inapropiado, y ausente de carisma alguna.