Review de ‘Drácula: A Love Tale’ por Adrián C. Lanfranco.
Esta nueva producción franco-británica en base a la novela de Bram Stoker con un enfoque distinto: no es una película de terror, sino un drama romántico.
El príncipe Vlad de Valaquia (Caleb Landry Jones), tras derrotar a los otomanos, pierde a su amada Elisabeta (Zoë Sidel). Devastado y sintiéndose traicionado por Dios, decide desafiarlo, lo que lo lleva a convertirse en el Conde Drácula, un proceso que la película omite, sin mostrar cómo adquiere su naturaleza vampírica.
Durante cuatro siglos, Drácula recorre el mundo buscando a una mujer que se asemeje a su perdida Elisabeta, hasta que en el siglo XIX encuentra a Mina, quien parece ser su reencarnación por quién luchará por su amor.
Por su parte, Christoph Waltz actúa como el sacerdote que investiga los sucesos a partir de una vampira insaciable de sangre.
La película tiene buenas escenografías, acompañan los decorados del castillo, su arquitectura, y hasta nos regala escenas de danzas típicas de la época.
La película invade esa visión de Drácula más humano, se suprime el terror, y nos muestra esa melancolía al pasar los años, el odio y la resignación de no saciar su pérdida, y no admitir culpabilidad de sus propios actos.