[REVIEW] ‘El Jockey’ (2024)

Review de El Jockey por @javiercarrizo_cine

El Jockey, la recientemente elegida por la Academia para representar a la Argentina en la categoría Mejor Película Extranjera de los Premios Oscar, y en los Premios Goya españoles, se estrena en las salas nacionales éste 26 de Septiembre. La esperada nueva producción del director de Caja Negra (2002), Monobloc (2005), Lulú (2014), y El Ángel (2018), entre otras, condensa atributos de sus primeras producciones, y el despliegue artístico de su exitosa película anterior.

La avasallante promesa plástica que desborda los componentes de la capacidad decorativa del film, en el marco de un estilo erudito con un contexto narrativo desprovisto de época, se resigna en su desarrollo, a las estelas de un inmejorable comienzo, que lleva al trabajo a ocupar el lugar que la Academia le concede.

Remo Manfredini (Nahuel Pérez Biscayart), es un ícono del turf en decadencia. Por motivos que desconocemos como espectadores, el protagonista pasa de ser un disciplinado deportista ganador, a convertirse en lo que nos presenta Ortega y sus coguionistas. El excesivo consumo de alcohol y hasta inclusive de la ketamina de los caballos, le genera primero un accidente al comenzar la cinta, y luego seguir de largo en una curva al punto tal de quedar hospitalizado, y salvar su vida de milagro. A su vez, Abril, la jocketa y novia de Remo (Ursula Corberó), toma su lugar en la continuidad de victorias, hasta que queda embarazada de éste. Ambos trabajan para Rubén Sirena (Giménez Cacho), un mafioso oligarca que construye una imagen pública sensible, y sus secuaces, interpretados por el que lamentablemente se nos fue hace poquito, Daniel Fanego, Roberto Carnaghi, y Osmar Nuñez.

El Jockey, que tiene un principio desenfrenado, en la que Ortega amalgama y transcurre géneros disímiles que van desde el film deportivo hasta la comedia triste, y del romance a la trama de mafiosos (sin dejar de mencionar su compromiso con una realidad social que no omite ser también un thriller psicológico), sufre un derrumbe narrativo abrupto luego de esa instancia, al punto tal que desconsuela de sobremanera las altas expectativas de la platea.

Hace pocos días atrás, con el condecorado cortometraje Un Movimiento Extraño (2024), de Francisco Lezama, hemos podido comprobar que la influencia de la obra de Aki Kaurismaki, ha calado hondo en la actual cinematografía argentina. No por nada, el director de fotografía Timo Salminen, quien trabaja con el citado, es también la cabeza del equipo de iluminación de El Jockey. Aunque sea comprobable a la vez, que el “melodrama abolerado”, acerca al director de El Ángel, al Pedro Almodóvar que se preocupa por la identidad de género.

Así y todo, esa confluencia genérica que también comulga perspectivas ornamentales, adolece por las aptitudes pragmáticas, semánticas y sintácticas, de un guion que se encapricha en su continuidad. De la misma forma que existen en la pieza, distintos géneros y parámetros artísticos, por lo que dicta su narrativa, no hay una película, hay varias, y es la creación de elementos de significado la que acompaña el recorrido, desligándose de la emoción estética que debería interpelar al auditorio. Remo Manfredini se despide de las carreras en el Hipódromo de Palermo (en una solemne actuación de Biscayart en la que su lenguaje corporal se cohesiona con la matriz de diseño), y los autores del film transitan otras contiendas que no son ideológicamente desacertadas.

El guion padece la heterogeneidad circunscripta, y las ilusiones de los presentes descienden a un pantano en el que la decepción rige con superioridad.

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