Review de Un movimiento extraño por @javiercarrizo_cine
El pequeño y gran cuento de Francisco Lezama, producido por Un Puma Cine y 36 Caballos, y que tiene el apoyo de la Universidad del Cine, se inserta en lo que a esta altura, puede reconocerse como la innegable presencia de una nueva ola en el cine argentino.
Hay una sustantividad, el esfuerzo de las dos productoras elementales en el contexto de cine independiente local, es el que concentra los títulos de mayor relevancia en materia artística de los últimos diez años aproximadamente. Ese cuerpo unifica el tono, temáticas, escenografías de la realidad, y ambiciones de cine queer, entre otros, pero atravesado por un lenguaje que sabe reconocer el uso de las cualidades cinematográficas. La escalada de cine moderno nacional se regodea de las vanguardias y de la experimentación, e imprime un sello que se trasluce bajo la influencia de la academia.
Los festivales de cine a nivel mundial aprecian la exploración del dialecto, y entre Rejtman y Truffaut, Un movimiento extraño se alza en su categoría con el Oso de Oro de la reciente edición de la Berlinale. Todos los sábados de Septiembre a las 18hs, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), presenta en su auditorio a éste y a otros dos trabajos anteriores, codirigidos junto a Agostina Gálvez: La novia de Frankenstein (2015), y Dear Renzo (2016).
En el primero, una chica (Miel Bargman), insiste para que una pareja de turistas ingrese al departamento que alquiló argumentando que allí se filmó Siete Años en el Tibet, y que Brad Pitt habría querido comprar la casa. Se asegura un puesto en la agencia para la que trabaja, y hace tramoyas para sacar tajada cambiando dólares.
En el segundo, rodado en Buenos Aires y Nueva York, Ivana vuelve a la primera de ellas, para vender ropa económica a grandes precios, y cambiar dólares, mientras Renzo que todavía no sabe inglés, vive en Estados Unidos y estudia preservación cinematográfica. Éste último conoce a Mariana, una profesora de catequesis que ha perdido su pasaporte y que se halla en una muy mala situación económica. De ese encuentro azaroso nace una sociedad de intercambios de servicios mutuos.
Ya en el tercero y distinguido en Berlín, Lucrecia (Laila Maltz), es una joven que es empleada como guardia de seguridad en un museo. Ella lee el futuro mediante un péndulo materializado en un saquito de mate cocido (para enterarse si robaran en la institución), en un señalamiento que resignifica lo que en términos culturales de la argentinidad representa. Además de tener el hábito de comunicarse por radio con un compañero para tener sexuales encuentros nocturnos en el lugar. Por esto último, Lucrecia elige entre ser despedida o castigada, a lo que la protagonista elige lo primero. Cobra la indemnización y aprovecha una corrida cambiaria para gozar del beneficio. Entre “arbolitos” y peatonales conoce al interpretado por Paco Gorriz, en un pasaje en el que el dinero se alía con el deseo sexual.
En la comedia triste, con un humor ácido que se expresa como un súbito deshidratado, que se comprende como el anhelo esteticista que sobrevuelan las artes dramáticas del universo de Martín Rejtman, los golpes bajos son manifestados por medio de un regreso a les enfants terribles, y sostenidos por un fuerte apego costumbrista, que hace de la dilatación temporal, la interiorización problemática del personaje.
Esto es perceptible desde el punto de vista de Vanoye (1996), al clasificar cuatro tipos de relaciones dialógicas en el cine. El modelo realista, el naturalista, el diálogo literario, y el diálogo vacío. Este último, que resulta más representativo del cine contemporáneo, es el que esgrime un novedoso modelo estético de realismo, y el que se cierne a través de la interlocución del discurso narrativo del dispositivo en su totalidad.
En referencia a esa mención dice Onaindia (1996): “el diálogo está subordinado al conjunto del relato cinematográfico, y lo lógico es que se analice considerando en qué medida aporta algo nuevo al contenido global de la película. Desde este punto de vista, el diálogo es un medio privilegiado de comunicación entre personajes (Teichmann, 2007, pág. 700)[1]. De esta manera, los distintos tipos de planos, que expanden la temporalidad, logran el efecto de engrosar eso que a Lucrecia le preocupa. A su vez esto es posible porque como suele suceder, la voice over ancla el sentido de las imágenes, y el discurso que complementa los sucesos narrados sean por el diálogo o no, enderezan el relato pero por fuera de la diégesis. Esa otra conversación es la que se expone cinematográficamente, por fuera del diálogo, pero a través de la misma especialidad narrativa que al susodicho lo contiene.
De esta manera el pequeño cuento galardonado, no sólo trata de laburantes y de vericuetos cambiarios, sino que hace del sexo un lugar en común para la figura principal, pero una advertencia para lo que le toca al interpretado por Paco Gorriz, porque detrás de toda tristeza vinculada a una sociedad que especula en su colonizadora subordinación económica, existe aún más tristeza todavía. Como pocas veces en el cine argentino, el dinero y el sexo han sido tan elocuentes en su firme relación, en este suntuoso puente entre diversas clases sociales.
[1] Teichmann, R.M. (2007), (28 al 30 de Mayo de 2007), “El modelo del diálogo vacío en el cine contemporáneo” en: Memoria Académica, compartimos lo que sabemos, Buenos Aires, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata.
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