Crítica por Federico Vargas
En 2018 llegó Élite, una de las nuevas propuestas españolas de Netflix para equiparar el gran éxito que estaba teniendo La Casa de Papel, también española. ¿Podemos decir que hay éxito unos cuantos años después? Pues si, porque siguen haciendo temporadas y la gente sigue viéndola en Netflix.
Ahora, ¿Eso significa que haber hecho 5 temporadas (y seguro deben estar filmando la 6°) es porque la serie es buena? Pues no, no tanto. Élite empezó (y sigue siendo) una historia de misterio con drama y romance adolescente de por medio, que por momentos pega unos cuantos bajonazos y por otros momentos parece mantenerse a flote. Igualmente, de ninguna manera hay una mejora. Con la temporada 5 sigue sucediendo lo mismo, la diferencia es que van cambiando los testigos, el asesinato o el personaje que muere en su defecto, los personajes y poco más.
Pol Granch, Manu Ríos, Martina Cariddi y Carla Díaz no fueron unas malas adiciones en la cuarta temporada, ya que lograron acoplarse al resto del elenco y hacer un “buen papel”. Mismo es el caso de Valentina Zenere y André Lamoglia, cuyos personajes logran entrar en sintonía con el resto de la serie. Carloto Cotta y Adam Nourou quedan completamente fuera de lugar, por morbo innecesario (Cotta) y una subtrama sin pies ni cabeza (Nourou).
Pero volvemos a lo mismo, el “buen papel” es algo que simplemente se siente como si los actores anteriores le pasen el manto a los nuevos y siga sucediendo exactamente lo mismo. Claramente la serie es ficción, pero dentro de la misma hay tantas irregularidades y situaciones irreales que pierde todo el sentido. ¿En 5 años de Instituto no se pensó en ningún momento cerrar Las Encinas? ¿No maduran nunca los personajes? Muy raro y sobre todo, irreal.